Enero 22, 2022
Opinión

Cuando la realidad supera las estimaciones

Diego de la Puente

El inicio del 2022 trajo aparejado una primera quincena de enero con lluvias por debajo de lo normal y, sobre todo, temperaturas muy por encima de la media en la semana iniciada el 10 del corriente mes. Rápidamente comenzaron a conocerse las repercusiones entre los productores en relación con el impacto productivo derivado de esos altos registros térmicos y la falta de precipitaciones. En este sentido, resulta llamativo la preocupación que hay en muchas zonas de nuestro país por el rápido deterioro de los cultivos de maíz, que pareciera ser el más afectado. “Pocas veces hemos visto tantas hojas superiores quemadas como se esta observando en algunas regiones productivas importantes de la argentina”, era el comentario de un importante productor del norte de la provincia de Buenos Aires. Una situación similar podríamos evaluar también para el sur de Paraguay y los Estados de Santa Catarina, Rio Grande do Sul y Paraná en el sur de nuestro vecino país.

 

Entre tanto, el 12 de enero el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés) dio a conocer su tradicional informe mensual sobre oferta y demanda mundial y estadounidense. Claramente, la expectativa más relevante estaba enfocada en los datos sobre la producción sudamericana de maíz y soja (en particular Brasil y Argentina). Al respecto, el USDA redujo su estimación del forrajero en algo más de 3,8 millones de toneladas respecto de la estimación del mes de diciembre, al tiempo que lo hizo en 9,5 millones en el caso de la oleaginosa. Si bien pareciera que a priori el recorte resultó poco acorde con la realidad productiva, resulta importante entender que el cierre de dicho informe fue al primero de este mes. Si se tiene en cuenta que las altas temperaturas y falta de lluvias que afectaron en mayor medida la producción se dieron a parir del 10 de enero, habrá que esperar entonces al reporte de febrero para poder observar con mayor precisión el impacto en los números.

 

Una vez más, los precios ajustaron en consecuencia. Y, a pesar de las recientes lluvias (en muchas zonas insuficientes), para los operadores en Chicago hay daños que ya resultan irrecuperables a esta altura fenológica de los cultivos. Si pensamos que Sudamérica es responsable de casi el 60% de las exportaciones mundiales de los 10 principales oleaginosos y del 40% de las ventas externas globales de maíz, resulta entendible la preocupación de los compradores. Todavía falta mucho por recorrer para avizorar el resultado final de la cosecha. Hasta mediados de marzo las precipitaciones por estos lares irán “girando” el humor de los operadores y generando cambios en la volatilidad implícita de los precios. Es muy difícil acertar el “timing”, por tal motivo y aunque resulte un poco trillado ya a esta altura, la correcta elección de las estrategias comerciales resulta clave en este contexto. Máxime, cuando además hay que también lidiar con los altos costos de los insumos que deterioran los márgenes del sector productivo.