Cinco años atrás la empresa Trap SRL –integrante del CREA Mar Chiquita– inició un doble desafío: el inicio del proceso necesario para concretar el traspaso generacional (que finalizó en 2017) combinado con la intensificación del sistema ganadero.

La empresa, dedicada a la producción y agrícola y la ganadería de ciclo completo en 4600 hectáreas localizadas en los partidos bonaerenses de Mar Chiquita y Maipú, en 2013 instaló un corral de engorde con una capacidad instantánea de encierre de 1000 cabezas, lo que le permite actualmente generar tres ciclos por año (3000 cabezas en total, de las cuales la mitad corresponde a invernada de compra).

Los fundadores de la empresa, al pasar a integrar el directorio de la misma para ceder el control operativo a los hermanos Alejandro, Roberto y Patrick Truppel, determinaron que la sostenibilidad debía ser siempre uno de los valores esenciales que guiaran cada una de las decisiones. En ese marco, dos años atrás los tres hermanos decidieron que había llegado el momento de rediseñar las instalaciones del corral para evitar la acumulación de pasivos ambientales.

Contaban por entonces con ocho corrales de tierra –de 70 x 70 metros cada uno–, la mitad de los cuales tenía una vereda de 2,20 metros frente a los comederos. A pesar de que cada corral contaba con una zona elevada donde los animales podían echarse, el resto de la superficie solía convertirse en un pantano después de precipitaciones importantes, afectando así las conversiones y los resultados económicos proyectados.

La necesidad de reformular los corrales vino de la mano de la exigencia, por parte del directorio de la empresa, de encontrar una solución definitiva para las 25 toneladas diarias de efluentes que generaban los 1000 animales presentes en los corrales.

El primer paso, entonces, consistió en implementar corrales de hormigón sobre una platea de 3400 metros cuadrados. “Se trata de una inversión que se repaga por la estabilización de las ganancias diarias proyectadas, dado que antes, con el barro, las conversiones de alimento en carne eran mucho más variables”, explica Patrick Truppel, responsable del negocio ganadero en la firma.

La segunda fase del proyecto consistió en el diseño del sistema receptor de efluentes, integrado por una cámara de recolección –con una capacidad de 45 metros cúbicos– a partir de la cual, gracias a la acción de una bomba tornillo de 7,5 hp, se derivan los desechos hacia la primera pileta de recolección (anaeróbica), para luego trasladarse hacia la segunda pileta (facultativa).

“Dependiendo del clima, barremos periódicamente los corrales con una minipala, para derivar los desechos hacia una calle de recolección y de ahí a la cámara de recolección”, señala Roberto Truppel, responsable del negocio agrícola y del área logística de la empresa. “Los efluentes se agitan, dependiendo del nivel de materia seca que contengan, hasta alcanzar una proporción adecuada para permitir su bombeo por unos 40 metros de caños subterráneos de cuatro pulgadas hacia la pileta de recolección”, agrega en un artículo publicado en el sitio CREA.

El proyecto contempla la producción de 773 toneladas mensuales de biofertilizante con las características que pueden verse en este cuadro. “Estamos trabajando en el tema con Mercedes Echarte, investigadora del Conicet y del INTA Balcarce, para contar con sustento científico que nos asegure estar recorriendo el camino correcto”, apunta Patrick. “Esta inversión deberá repagarse en un plazo de tres años a partir del ahorro generado por la producción propia de biofertilizantes elaborados en base a purines”, añade.

La tercera y última parte del proyecto consiste en la construcción de un digestor y del equipamiento necesario para generar electricidad y subirla a la red pública, de manera tal de contar con una fuente adicional de ingresos.

Para eso se buscó el asesoramiento de Martin Pinos y Ezequiel Weibel (BGA Energía Sustentable), quienes tienen varios logros en la materia (ver recuadro). Los especialistas propusieron construir una planta de generación eléctrica, alimentada por biogás, con una potencia instalada de 125 kW. Por entonces (2016) las autoridades energéticas del gobierno nacional estaba comenzando a definir las directrices del programa RenovAR y existía, aparentemente, la posibilidad de participar del mismo. Aunque luego se evidenció que es no era posible porque la base de propuestas requería una escala mínima de 500 kw (algo que, en la situación planteada, hubiese requerido contar con un corral de terminación de 5000 animales para poder contar con los efluentes necesarios para abastecer a la planta de biogás).

“Con una potencia instalada de 125 kW, nuestro proyecto entraría dentro de la aplicación de la Ley 27.424 de Energía Distribuida, que, si bien fue aprobada en diciembre del año pasado, aún no fue reglamentada”, explica Alejandro Truppel, responsable de área de Administración y Finanzas de la empresa. “Es una pena que se extienda tanto la implementación efectiva de esa ley, porque, hasta que no haya una definición precisa al respecto, no vamos a poder avanzar con la inversión, dado que necesitamos un marco regulatorio adecuado para definir a quién y a qué precios vamos a vender la energía eléctrica generada”, indica.

La iniciativa desarrollada por los hermanos Truppel permite incrementar la productividad del sistema ganadero, estabilizar ingresos, reducir el impacto ambiental, generar nuevos empleos y –cuando el Estado brinde el marco legal adecuado– proveer una nueva fuente de recursos económicos. Es decir: cubre los tres aspectos de todo proyecto sostenible: económico, social y ambiental.

El artículo completo puede leerse en la última edición de la Revista CREA.